Durante años, ha sido considerado uno de los enclaves más misteriosos del planeta. En esta base secreta, cuya existencia no fue reconocida hasta hace muy poco, se ha experimentado con los prototipos más revolucionarios y, según algunos testigos, con tecnología supuestamente procedente de naves extraterrestres. Su nombre se ha convertido en un mito entre quienes creen que los gobiernos ocultan la verdad sobre la presencia de alienígenas entre nosotros.
No llega a doscientos kilómetros, pero esa distancia, la que separa la populosa Las Vegas de la base militar conocida oficialmente como Aeropuerto Homey –denominada popularmente Área 51–, suponen un enorme salto desde nuestro mundo convencional, donde todo nos parece previsible, hacia un universo de secretos y conspiraciones.
«No pasar. Está autorizado el uso de armas letales». Éstas son las severas advertencias escritas en los carteles de la zona, que bordean el perímetro cuyo acceso está terminantemente prohibido a quienes no trabajan en las instalaciones, alrededor de dos mil personas. Sin embargo, las advertencias no impiden que, de vez en cuando, se acerquen todo lo que pueden entusiastas de los misterios, de los aviones secretos de última generación y, sobre todo, de los OVNIs. Son muchos quienes creen que en esa desértica zona se encuentran custodiados los restos de naves de origen extraterrestre y, tal vez, los cuerpos de algunos de sus tripulantes.
Para tratarse de una base secreta –y, hasta hace poco, oficialmente inexistente–, Área 51 se ha convertido en uno de los nombres más populares para los amantes de los enigmas, sinónimo de extraterrestres, conspiraciones y una tecnología a caballo entre la ingeniería aeroespacial más avanzada y la proveniente de inteligencias alienígenas. Películas como Independence Day o series como Expediente X no han hecho sino acrecentar la fama de este singular enclave. Tras su perímetro de exclusión, protegido por cámaras de vídeo, radares, sistemas de detección del movimiento y helicópteros y patrullas sin identificación aparente, se encuentra un mundo más cercano a la ciencia ficción que a la realidad.
BIENVENIDOS A RACHEL
En Rachel es difícil encontrar a alguien que hable con desinterés de la relativamente cercana Área 51. Los habitantes de esta localidad, la más cercana a la base, han pasado del desconocimiento o la desconfianza sobre lo que sucedía en ese valle entre montañas, al aprovechamiento comercial de lo que se ha convertido en su mejor reclamo turístico. Todo en ella está pensado para atrapar la curiosidad –y la cartera– de los miles de aficionados al fenómeno OVNI que visitan esta remota población. Incluso la autovía 375, muy próxima al pueblo, ha sido rebautizada por las autoridades de Nevada como The Extraterrestrial Highway (la carretera extraterrestre).
Los vecinos de Rachel no dudan en afirmar que la visión de extraños artefactos voladores es un asunto corriente. Algo que, para los «creyentes» en el misterio de los no identificados, redunda en mitificar Área 51. Por supuesto, no existe prueba alguna de que haya algo verosímil en ello, y los objetos a los que se refieren podrían ser nada más –y nada menos– que prototipos de aeronaves militares de última generación, como el del enigmático Aurora, que ha suscitado infinidad de rumores.
Richard Boylan es uno de los más firmes defensores de que la zona es un campo de pruebas para la experimentación de sofisticados dispositivos tecnológicos, cuya naturaleza se antojaría imposible a la luz de nuestros conocimientos actuales. Boylan asegura que ha conseguido infiltrarse más de una vez en la enigmática base, e incluso presenció las evoluciones de uno de esos aparatos.
Fue en 1992. Al parecer, se trataba de un disco que volaba envuelto en un resplandor entre blanco y azul que, en su opinión, era causado por un campo de plasma que rodeaba al vehículo. Durante unos minutos, contempló las evoluciones de la nave, que se encontraba a unos quinientos metros de distancia y a apenas sesenta metros de altura, y que parecía estar propulsada por algún tipo de mecanismo antigravitatorio. Años después, tras compartir los datos con otro investigador, el coronel Steve Wilson, concluyó que, a la vista de los datos de que disponían, el supuesto OVNI no era sino un prototipo biplaza desarrollado por la compañía Lockheed, el X-22A, que disponía de una tecnología supuestamente copiada de naves de origen no terrestre.
«No pasar. Está autorizado el uso de armas letales». Éstas son las severas advertencias escritas en los carteles de la zona, que bordean el perímetro cuyo acceso está terminantemente prohibido a quienes no trabajan en las instalaciones, alrededor de dos mil personas. Sin embargo, las advertencias no impiden que, de vez en cuando, se acerquen todo lo que pueden entusiastas de los misterios, de los aviones secretos de última generación y, sobre todo, de los OVNIs. Son muchos quienes creen que en esa desértica zona se encuentran custodiados los restos de naves de origen extraterrestre y, tal vez, los cuerpos de algunos de sus tripulantes.
Para tratarse de una base secreta –y, hasta hace poco, oficialmente inexistente–, Área 51 se ha convertido en uno de los nombres más populares para los amantes de los enigmas, sinónimo de extraterrestres, conspiraciones y una tecnología a caballo entre la ingeniería aeroespacial más avanzada y la proveniente de inteligencias alienígenas. Películas como Independence Day o series como Expediente X no han hecho sino acrecentar la fama de este singular enclave. Tras su perímetro de exclusión, protegido por cámaras de vídeo, radares, sistemas de detección del movimiento y helicópteros y patrullas sin identificación aparente, se encuentra un mundo más cercano a la ciencia ficción que a la realidad.
BIENVENIDOS A RACHEL
En Rachel es difícil encontrar a alguien que hable con desinterés de la relativamente cercana Área 51. Los habitantes de esta localidad, la más cercana a la base, han pasado del desconocimiento o la desconfianza sobre lo que sucedía en ese valle entre montañas, al aprovechamiento comercial de lo que se ha convertido en su mejor reclamo turístico. Todo en ella está pensado para atrapar la curiosidad –y la cartera– de los miles de aficionados al fenómeno OVNI que visitan esta remota población. Incluso la autovía 375, muy próxima al pueblo, ha sido rebautizada por las autoridades de Nevada como The Extraterrestrial Highway (la carretera extraterrestre).
Los vecinos de Rachel no dudan en afirmar que la visión de extraños artefactos voladores es un asunto corriente. Algo que, para los «creyentes» en el misterio de los no identificados, redunda en mitificar Área 51. Por supuesto, no existe prueba alguna de que haya algo verosímil en ello, y los objetos a los que se refieren podrían ser nada más –y nada menos– que prototipos de aeronaves militares de última generación, como el del enigmático Aurora, que ha suscitado infinidad de rumores.
Richard Boylan es uno de los más firmes defensores de que la zona es un campo de pruebas para la experimentación de sofisticados dispositivos tecnológicos, cuya naturaleza se antojaría imposible a la luz de nuestros conocimientos actuales. Boylan asegura que ha conseguido infiltrarse más de una vez en la enigmática base, e incluso presenció las evoluciones de uno de esos aparatos.
Fue en 1992. Al parecer, se trataba de un disco que volaba envuelto en un resplandor entre blanco y azul que, en su opinión, era causado por un campo de plasma que rodeaba al vehículo. Durante unos minutos, contempló las evoluciones de la nave, que se encontraba a unos quinientos metros de distancia y a apenas sesenta metros de altura, y que parecía estar propulsada por algún tipo de mecanismo antigravitatorio. Años después, tras compartir los datos con otro investigador, el coronel Steve Wilson, concluyó que, a la vista de los datos de que disponían, el supuesto OVNI no era sino un prototipo biplaza desarrollado por la compañía Lockheed, el X-22A, que disponía de una tecnología supuestamente copiada de naves de origen no terrestre.
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