martes, 16 de marzo de 2010

El enigma de Judith . Cronica de una teletransportacion


LA COMPLEJIDAD Y APARENTES ABSURDOS QUE SUELEN ACOMPAÑAR AL FENÓMENO OVNI DESDE HACE MÁS DE MEDIO SIGLO, ENCUENTRAN EN LA TELETRANSPORTACIÓN, LAS ABDUCCIONES Y LOS VISITANTES DE DORMITORIO LA MEJOR MANERA DE EVIDENCIAR ESAS IRRITANTES CARACTERÍSTICAS. EN ESOS TRES ESCENARIOS SE VULNERAN, AL MENOS APARENTEMENTE, MUCHAS LEYES DE LA CIENCIA, POR NO HABLAR DEL DURO CONFLICTO QUE TALES HECHOS DESENCADENAN EN PROTAGONISTAS E INVESTIGADORES CUANDO LOS SOMETEMOS AL DICTAMEN DE LA RAZÓN Y DEL SENTIDO COMÚN.

No obstante, la cosa puede incluso ser peor y situar al protagonista al borde del colapso si, como sucedió en el caso protagonizado por Judith en 1990 en Gran Canaria, los tres fenómenos, teletransportación, abducción y visitantes de dormitorio, se dan al mismo tiempo. Enfrentarse a esa “batería de despropósitos” en la que las respuestas nunca son certeras y la incertidumbre a cerca de lo que realmente ocurrió puede acompañarte durante años, no debe ser ni de lejos nada fácil. Superar el desaliento que supone no tener respuestas para uno mismo, y por tanto, no tenerlas para quienes en el entorno más íntimo han compartido tales hechos y sufrido las consecuencias de los cambios vitales que estos desencadenan, no parece nada sencillo. Pero han pasado cerca de 20 años y la protagonista de este episodio, que guarda aún su identidad bajo el pseudónimo de “Judith”, ha salido adelante y su vida es bastante normal, a excepción de ocasionales “sobresaltos” que le recuerdan que su experiencia no empezó y terminó en aquella época, sino que de alguna manera continúa hoy en día. Muy cerca de ella, y como principal investigadora del caso, ha estado Asunción Sarais, quien a pesar de no albergar dudas sobre la completa honestidad de la protagonista de tales episodios, y de haberlos compartido en gran medida, no tiene más remedio que encogerse de hombros cuando le pedimos una valoración. Para Sarais hay cosas que no entiende, que no parecen tener sentido, pero que han sucedido, y eso, como es lógico, la irrita. No en vano, esta veterana investigadora de la casuística nacional y canaria ha comprobado en reiteradas oportunidades gracias a la amistad que le une con Judith, que ésta tiene frecuentes y certeras percepciones calificables como “extrasensoriales”, funcionando muchas veces como una suerte de radar psíquico, algo sobre lo que tampoco parece tener un control preciso. Pero llegados a este punto, conviene que viajemos en el tiempo y conozcamos en detalle este singular episodio, que pudimos revivir días atrás por enésima vez junto a su protagonista.

UNA NIEBLA Y UN TIEMPO PERDIDO
En pocas palabras, se usa el término de teletransportación para definir las experiencias descritas por algunas personas que aseguran haber desaparecido de un lugar que transitaban, generalmente en coche, y reaparecer en otro muy distante sin conciencia de haber recorrido el trayecto. Es habitual que el testigo comunique que se internó en un banco de niebla y que al salir o recuperar la conciencia, se encontró instantáneamente en ese otro lugar, habiendo perdido no solo la noción, sino tiempo real. Y aunque habitualmente se asegura que estos casos son meras leyendas urbanas, en las que no hay testigos, el caso de Judith es la evidencia de que aunque no sepamos exactamente cómo, estos hechos son descritos como verídicos por algunas personas perfectamente localizables. En cuanto a las abducciones hay una mayor familiaridad pública, y en esencia se define como tal al hecho de haber sido “secuestrados” por supuestos seres no humanos, que en principio son identificados como extraterrestres, para ser sometidos en el interior de sus “naves” a pruebas que el protagonista frecuentemente describe como médicas. Tras las mismas, y en ocasiones con algún implante corporal, el testigo es “devuelto” con la memoria parcialmente borrada, aunque los recuerdos comienzan a aflorar de manera diversa –sueños, dejá vu, intuiciones espontáneas, hipnosis, etc.- hasta recomponer el episodio. Finalmente, el mal sonante fenómeno de los “visitantes de dormitorio”, define experiencias en las que los protagonistas refieren como tras despertarse en su dormitorio, paralizados, ven como entran en la habitación seres generalmente pequeños y de grandes cabezas y ojos, que nuevamente, “raptan” a la persona para realizar pruebas diversas o bien las realizan en el propio dormitorio. Los protagonistas no tiene control ni pueden oponer resistencia, y muchas veces sucede en compañía de sus parejas, que pueden dormir plácidamente ajenos a lo que supuestamente ocurre. A Judith le ocurrió todo esto, si hacemos caso de su testimonio.

La teletransportación tuvo lugar en verano de 1990, en torno a las 9,40 de la mañana. Tras dejar a sus hijos en el colegio Judith conducía su Renault 5 en dirección Las Palmas-Telde, cuando al alcanzar la salida de la autopista a La Garita se percató de la existencia de un banco de niebla muy raro, “inusual para el lugar” nos matizaría. “Ya había notado que no había tráfico, y en milésimas de segundo reaccioné intentando frenar al entrar en la curva, pero fue tarde o todo muy rápido. Perdí la conciencia y desperté en el mirador de la Caldera de Los Marteles, en los altos de Telde, a unos 25 kilómetros de distancia” Judith recobró la conciencia en ese lugar cuando un joven golpeó la ventanilla de su coche para saber si le pasaba algo; no era extraño, dado que su coche estaba entre la vía y la calzada y le debió hacer pensar qué algo sucedía. Aunque aturdida y desconcertada, sabía que no tenía nada “preocupante” y el joven prosiguió su camino. Pero algo había pasado, y muy extraño. Un recorrido tan largo y lleno de curvas; el tanque de gasolina con un cuarto más de combustible, “miré la cartera y tenía el mismo dinero en efectivo que llevaba, y en ese instante me di cuenta de la hora; eran las doce pasadas del mediodía, más de dos horas más tarde. Normalmente a un ritmo prudente, se llega al lugar en poco menos de una hora. Eso sí que era raro”

EXÁMENES EN EL HANGAR
Judith volvió sobre sus pasos y preguntó en las gasolineras si ella había repostado allí, con la excusa de haber perdido la cartera, La conocían, no había un tránsito excesivo de clientes y apenas habían pasado unas horas, con lo cual existían muchas posibilidades de que recordarán si esa mañana se había detenido en ellas. La respuesta fue negativa en las tres estaciones. No obstante, el “Caso Judith” no había hecho más que empezar. Una semana más tarde, pasada la madrugada, Judith vería como su habitación se iluminaba de manera inusual y al levantarse contemplaría como la luz se concentraría en una única bola perdiendo la conciencia nuevamente. En febrero de 1991, viviría de manera más consciente un caso de visitante de dormitorio. Sin poder moverse, contempla la misma luz sobre su cuerpo y al despertarse por la mañana presenta extraños rosetones en el pecho, muñecas y piernas que serían examinados por profesionales médicos. Y así durante un año y medio, junto a experiencias tipo posterguéis en su casa y observaciones de ovnis compartidas con otras personas. Sería la hipnosis la que ayudaría a reconstruir parte de estos episodios, de la mano de periodista e investigador Josep Guijarro.
Con el apoyo de Sarais, Guijarro ayudó a Judith a recordar lo que pasó tras internarse en el banco de niebla en La Garita y reaparecer en Los Marteles, algo que no hizo sino añadir desconcierto a todo el asunto. “Me vi inmediatamente dentro de un hangar o depósito circular, dentro de mi mismo coche, y como aparecían unos seres bajos, con grandes cráneos, que me ordenan mentalmente que baje del coche. Es todo muy tenso y me niego, pero ellos logran sacarme recostándome en una camilla situaba a la altura de la puerta del coche”

El lugar es descrito por Judith como dotado de luces hexagonales, y en la camilla es traslada por un pasillo a otra estancia, que a ella le recordaba un consultorio médico. En ella aparecerá un ser de mayor tamaño, “como un esqueleto andante” que parece supervisarlo todo. Allí hay “lo que parecen dispositivos tecnológicos, como modernos ordenadores pero sin teclados, botones o mecanismos visibles de manejo. Me hace pruebas diversas, como medirme el ritmo cardiaco, me pasan imágenes como diapositivas, pero recuerdo como desciende algo, como un reloj, que recorre mi cuerpo con la habitación a oscuras, como si fuese un escáner. En ese momento me despierto en la Caldera de Los Marteles con el toque en la ventanilla”.

En sesiones posteriores se añadirían detalles y también aparecerían estos mismos “seres” en las experiencias vividas en su domicilio. Hay más pormenores, más experiencias, pero en conjunto no proporcionan respuestas, sino que añaden interrogantes. El caso de Judith, 19 años después, sigue siendo igual de desconcertante, de escurridizo. ¿Ocurrió realmente lo que describe bajo hipnosis? ¿Pudo perder, por razones desconocidas, parte de lo que llamamos conciencia y conducir como una sonámbula hasta los altos de Telde? ¿Motivaría esa situación y el desconcierto, que bajo hipnosis diera sentido a la experiencia introduciendo argumentos ufológicos? Y si fue todo tal cual lo ha narrado, ¿qué sentido ha tenido ésta experiencia? Más preguntas que respuestas.

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