Desde el principio de los tiempos el hombre siempre ha estado dispuesto a negociar con los dioses y los espíritus, incluso con aquellos de naturaleza malvada con el fin de hacer su estancia "terrenal" más llevadera. Pactos y ofrendas para conseguir riqueza, poder, salud, bienestar, sexo o fama. Aunque en la mayoría de los casos la entidad maligna solicita el alma eterna de la persona para conseguirle sus peticiones.
El hombre siempre ha temido lo imprevisible de su vida, el poco control que puede ejercer sobre el futuro y valorado el presente por encima del pasado y el futuro. No es extraño por tanto que desde los inicios de la civilización y con el propósito de tener lo que se desea muchas personas hayan pactado con cualquier tipo de espíritu maligno, aún con el riesgo de una vida eterna cargada de sufrimientos.