miércoles, 9 de diciembre de 2009

Cuentos de extraterrestres !


Nací como cualquier otro niño, viviendo en la ignorancia de toda aquella realidad. Pero lo cierto es que hacía tiempo que había comenzado a sospechar. Mi familia, padres, y demás, no eran más que monstruos con apariencia humana que ocultaban su horrible aspecto negro y viscoso detrás de aquellas estúpidas máscaras. Sus palabras hipócritas y desconcertantes nunca consiguieron engañarme. Yo sin embargo les seguía el juego,fingiendo no enterarme de nada, y lo cierto es que nunca me cayeron bien. Me los imaginaba allí, reunidos, y aprovechando mi ausencia, descubrían su verdadero aspecto riéndose a carcajadas. Traté de espiarles en múltiples ocasiones, pero lo cierto es que nunca llegué a descubrir como eran en realidad. Me bastaba con observar aquella mirada brillante y malintencionada y su sonrisa, incapaz de ver con mis propios ojos, pero que escondían detrás aquellas estúpidas máscaras.

Poco a poco fui dándome cuenta de la situación. El conserje del colegio, movía su manojo de llaves de manera nerviosa y estridente. Su mirada penetrante le delataba. Siempre supe que era una de ellos, desde el primer instante en que le vi.

Hablaban entre ellos, nunca supe que planes podían tener para mí y los demás y así, con esa agonía y sentimiento, fui pasando aquellos primeros años de mi vida.

Tal vez se me pueda acusar de desconfiado, pero es que jamás pudieron engañarme.

Estudié, como pude, crecía descubriendo cada vez más número de ellos.Estaban esparcidos por toda la población, mezclándose entre la gente como si tal cosa, nadie parecía sospechar, excepto yo.Pasó el tiempo. El número de aquellos se agrandaba por momentos y acabé sospechando de casi todo el mundo. Era difícil fiarse de la gente. Me hubiera gustado tener un método práctico para delatarles. Siempre observaba a la gente antes de hablar con ella. No podía confiar en nadie y mucho menos contarles mi secreto.

Mi imaginación infantil me llevó a pensar primeramente que no eran más que alienígenas controladores de la civilización y que querían colonizar la tierra. Lo cierto es que el número de ellos parecía incrementarse demanera alarmante hasta el punto de que llegué a dudar de casi todas las personas que me rodeaban.

Toda mi obsesión me llevó a continuar por el camino de las ciencias, intentando encontrar algún remedio a aquello que me perturbaba y de lo que estaba totalmente convencido.

Pensé que aquel masivo incremento en su especie podría tener un carácter contagioso, transformante. No descartaba ninguna de las posibilidades,y mientras mi cabeza se llenaba de más y más temores, me dediqué en cuerpo y alma a encontrar una explicación científica al problema aprovechandolas instalaciones de aquella base científica donde trabajaba. Mi obsesión crecía y crecía por momentos. Cada vez me parecía descubrir más sospechosos,todos estaban siendo cómplices de mí y llegué hasta el punto de no querer ningún contacto con personas ajenas por miedo a que pudieran estar infectadas.

Me aterraba pensar convertirme en uno de ellos, lo que me llevó incluso a desechar todo medicamento que me suministraban, aquellos médicoshipócritas.

Tal vez tuvieron conocimiento de mi sospecha y ahora querían acabar conmigo.

Caí enfermo, pero me negué a que me ingresaran. No quería que me tocaran con sus apestosas manos, e incluso me obligaron a la fuerza. No permití ningún tipo de transfusión de sangre, y llegaron a encerrarme, incluso con el consentimiento de algunos amigos míos. Paranoias, decían. Todo aquelloa lo que tanto tiempo temí, no eran más que simples consecuencias de mi locura.

¡Pobres ignorantes!, no se imaginaban el peligro que corrían y nunca me creerían si trataba de explicárselo.

Asi que allí me encontraba yo, atado por ambos brazos por una camisa defuerza que me retenía mientras sudores fríos brotaban por mi cuerpo por el miedo a lo que me iban a practicar.

Terapias, inyecciones, absurdas palabras falaces que no podían convencerme de mi más profundo presentimiento.

Aquel hospital, en aquella habitación, aterrado de lo que me pudierapasar.

Quizás había llegado el momento. Me iban a practicar una metamorfosis para convertirme en uno de ellos, no podía imaginarme las macabras intenciones de aquellos sujetos tan horrorosamente detestables que se hacían pasar por humanos.

Gritaba de agonía, lloraba de impotencia y sufrimiento. Escupía las pastillas que me diagnosticaban y con un tremendo esfuerzo de voluntad, salté de la cama y estrellé mi cuerpo contra los cristales de la ventana. Y con estos, que quedaron rotos y afilados conseguí nada menos que rasgar mi camisa de fuerza, y con sumo cuidado comencé mi escapada. Tenía que intentar mi último gran plan. Había utilizado las instalaciones de la base espacial en la que trabajaba y clandestinamente saboteado los programas para preparar la huida del planeta en una de las naves. Años de trabajo. Mi última opción por salvarme a mí y a los demás. Así que les llamé. Solo a unos cuantos, los que tenía la absoluta certeza de su personalidad, y con una buena excusa les cité a todos en aquel centro en donde yo trabajaba para la NASA.Eran conscientes de mis aparentes problemas mentales, por lo que les alertó mi repentina llamada y acudieron en gran medida a la cita. Tampoco la nave estaba prevista para muchos más. La había diseñado yo mismo, tenía todos los recursos suficientes para aquella furtiva escapada, pero no albergaba capacidad para más de cincuenta personas.

Seguí, con mis mentiras, de buena fe, por supuesto, tratando de acercarles a aquella base de lanzamiento. Muchos me preguntaron por mi degradante aspecto, mis vendas ensangrentadas, pero qué importaba eso ahora, era de noche allí pero los guardas no tardarían en perseguirnos.No me quedaba más remedio que contárselo. Cuál era mi propósito aunque estaba seguro que lo echaría todo a perder. Prometí explicarlo todo finalmente dentro de la sala espacial. Y dentro, en uno de los extremos estaba el ascensor, que nos acercaría a la plataforma de lanzamiento,donde poder coger la nave y escapar.

Abrí la puerta con mi código secreto de acceso pero de pronto todas las luces de seguridad empezaron a brillar con una parpadeante luz roja y un estridente sonido de alarma lo invadía todo por completo.

La puerta se abrió pero todos aquellos amigos, humanos al fin y alcabo, no quisieron dar un paso más sin que yo les diera de una vez por todas una explicación.

Me sentía hundido, había hecho todo lo que estaba en mi mano pero ya no podía levantarme el ánimo entre aquel ambiente caótico, de luces y sonidos que no tardaría en delatarnos. Miraba al suelo, apesadumbrado, buscandola manera de explicárselo sin que me tomaran por loco definitivamente,pero justo cuando levanté la mirada e intenté decir unas palabras, todos aquellos que me rodeaban mirándome extrañados corrían frenéticos al interior dela sala de operaciones con múltiples gritos y aspavientos.

-¡DETENEOS!- gritó una poderosa voz que se aproximaba junto con otros seres vestidos de agentes.

¡Eran ellos! ¡Por fin pude contemplar por primera vez todo aquel temor que había condicionado mi vida y mi existencia!

Unos horribles monstruos de color oscuro y viscoso con extrañasextremidades en la cara vestidos de guardianes me apuntaban ahora con una de sus armas.

Rápidamente me introduje y mandé que sellaran la puerta. No tardarían en venir refuerzos y yo tenía que darme toda la prisa del mundo. Instalé mi programa secreto. Esperaba de disfrutar del suficiente tiempo para teclear los parámetros de la aeronave estacionada a escasos metros nuestros y que yo intentaba sabotear con el propósito de salvar a todos aquellos humanos.

Estaba tan nervioso que me temblaban las manos a la hora de escribir.

Sin duda habían llegado refuerzos. Desde el otro extremo de la puerta,los apestosos gendarmes transformados trataban de derruir la puerta, por lo que ordené que ascendieran en el ascensor para acceder definitivamente a la nave.

Los humanos que aún trataban de sostener la metálica puerta para que no entraran no podrían aguantar mucho más. Yo solo necesitaba unos segundos.

Estaba a punto de acabar, mandé que dejaran la puerta y que ascendieran al ascensor y reunirse con los demás para introducirse en la nave que se propulsionaria manualmente desde mi control remoto.

ACCEPTED escribía definitivamente el ordenador.

-PREPARED TO TAKEOFF

Una luz roja se iluminaba ahora en mi mando a distancia. Esperé el ascensor, pero justo cuando lo cogía aquella especie de mutantes babosos habían entrado en la sala y disparaban a diestro y siniestro mientras se me cerraba la puerta.

Tendría que darme toda la prisa del mundo si quería que me diese tiempoa llegar. Los tenía detrás y dudaba de que pudiera llegar a tiempo,mientras, todos los demás me esperaban ya metidos dentro del cohete.

Una vez subida la distancia de esos veinte metros, había un largo pasillo recto que conducía directamente hasta la compuerta de la nave donde todos me esperaban.

No estaba en las mejores condiciones físicas para correr, todo vendado y lleno de sangre, pero no había tiempo para pensar en eso, solo tenía que llegar, correr por todo aquel pasillo de más de sesenta metros y apretar el botón. Llegar a tiempo...

Los falsos gendarmes ya habían subido al pasillo y comenzaba la persecución.

--¡GABRIEL ERWEN! ¡NO LO HAGAS!

Mientras, los gritos de aquel no dejaban de sonar: «¡GABRIEL, GABRIEL!»,una y otra vez. A duras podría llegar a tiempo. Aquellos habían desenfundado su arma y estaban dispuestos a dispararme si seguía avanzando, pero detenerme en aquel momento era algo que ni se me pasaba por la cabeza. Avancé cuanto pude, uno de los disparos me alcanzó la pierna. «Solo unos metros más», pensé...

Acabé tropezando.

--¡Gabriel! --me gritaban desde ambos bandos.

El control remoto había caído por el suelo y me di cuenta de que nunca llegaría a tiempo. Lo había echado todo a perder. Miró a todas esas caras de preocupación mirando desde la compuerta sin poder hacer nada, y me arrastré, con un gran esfuerzo hasta el mando a distancia y apretar el iluminado botón con mi puño enrabietado.

Con un poco de suerte y astucia podrían encontrar un lugar, y sobrevivir.

La raza humana jamás podría agradecérme bastante lo que había hecho por ella.

--¡GABRIEL!

Querría haber podido salvar a todos aquellos humanos que aún quedaran en la tierra, pero él sabía que había hecho todo lo posible por su especie.

--¡¡¡GABRIEL!!!

De pronto, la enorme potencia de la explosión hizo temblar a toda la instalación. El cohete se elevaba ahora tras sus espaldas.

Aquella voz enfervorizada se hacía más potente por momentos y a pesarde estar débilmente distorsionada, logré reconocer al sujeto. Era mi comandante jefe, de la unidad de investigación espacial, del que siempre había sospechado, pero esta vez con su verdadero aspecto.

Aquellos monstruos parecidos a mutantes avanzaban hacia él mientras aquella voz se enfurecía cada vez más. «¡GABRIEL!,¡GABRIEL¡»

Aquellos entes extraterrestres se abalanzaban ahora sobre mí, rodeándome, mostrando con entereza todo su asqueroso esplendor. De su cuerpo viscoso, desprendían líquido por todo el cuerpo mientras yo solo podía gritar de espanto.

--¡Dios mío! ¡Iban a ponerme las manos encima!

Y a medida que se abalanzaban sobre mí con sus dedos digitales y aquellas bocas redondas y viscosas, los gritos del comandante, así como su cólera aumentaban a cada paso que daba para aproximarse hacia mí.

--¡¡GABRIEL!!

--¡Alejaos! --gritaba yo una y otra vez--. ¡No se os ocurra ponerme las manos encima!

Y en medio de todo aquel caos, y el rodeo formado en torno mío apareció la deforme figura del comandante. «¡GABRIEL...!» Y agarrándome fuertemente del cabello, trató de arrancármelo de untirón, y con él, noté como toda la piel se despegaba de mi cara y se convertíaen pellejo en las anfibias manos del comandante. Y mirando mi propio reflejo en la chapa metálica que tenía detrás, me observé, sentado y asombradocomo estaba, de mi verdadero nuevo aspecto, mi rostro semilíquido y humeante, con mi nueva triple visión de ojos que colgaban graciosamente de unas pequeñas extremidades salidas de mi frente.

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